Fuerza mayor

Clarín. Viernes 21 de diciembre de 2001.

Clarín. Viernes 21 de diciembre de 2001.

Estaba acá leyendo el Clarín del 21 de diciembre de 2001. Un peso salía. En la página 3 dice que el cuadernillo del Curso Integral de Informática que salía todos los viernes no acompaña esa edición «por razones de fuerza mayor» y que, por eso, el precio del diario era un peso. Saldría el viernes 28.

La foto de tapa de Gustavo Correa tiene los mismos ingredientes que hoy, trece años después, me impactaron del resto de la edición: lo cotidiano y lo excepcional. El médico -supongo que es un médico, por el ambo y los guantes de látex y la heladerita y la camilla que asoma desde la izquierda- está vestido de médico; era el 20 de diciembre de 2001, pienso, podría haber obviado las formalidades. Pero no: el tipo se vistió para ir a laburar. Adentro otra señora dice que se tomó el 22 para ir a la Plaza de Mayo, o sea que había colectivos, los colectiveros trabajaban, etc.

Los precios en las publicidades de los supermercados: mayonesa 1000 cc a 0,99$; Atún Ciudad del lago a 0,29$; pollo congelado a 0,79$ el kg.

El laburo de los fotógrafos, la mayor admiración. La de Santiago Porter del helicóptero, ya famosa, que ganó premios (detalle: «el más emocionado» de los que acompañaron al por entonces ya ex presidente en su corrida final en la terraza de la Casa Rosada era el secretario de Turismo, Hernán Lombardi). El mítico Víctor Bugge (ya lo hemos alabado en este blog) con la última postal de De la Rúa presidente, en su despacho, a pedido del propio mandatario («después mandámela», le pidió). Las de la plaza, de una vivacidad y contundencia notables, por Martín Acosta, el mencionado Correa y otros.

Los saqueos. El famoso chino de Ciudadela. Los muertos, veinticinco según el diario, siete el 19 y dieciocho el 20 de diciembre, en todo el país. Las historias, muchas de ellas desconocidas (un adolescente de quince años que se había acercado a un supermercado en las afueras de Santa Fe «para tratar de llevarse algunos bolsones con alimentos» y ligó un escopetazo de un almacenero vecino), algunas hoy célebres como la del Pocho Leprati (un rosarino que estaba en el techo de la escuela en la que trabajaba, en Rosario, viendo los disturbios en el barrio cuando un policía le metió un balazo de Itaka por la tráquea).

Las especulaciones sobre cómo se podría hacer una devaluación (parecía estar lejos del horizonte de posiblidades de mucha gente, lo veían como algo inconcebible). Muchos avisos clasificados de departamentos y dúplex en la costa, Mar del plata, Miramar, San Bernardo, Pinamar («Cabañas c/serv 2/4/6p Dic$40 En $60 p/d»)

Nublado. Temperatura mínima: 22°. Máxima: 27°. Chiste de Fontanarrosa: dos músicos con atuendos del NOA, charango en mano, hablan al micrófono de un notero: «…y el nuestro es un conjunto folclórico muy diferente por ejemplo, a ‘Los Nocheros’.» «¿Y cómo se llama?» «Los Diurnos».

Cooperativistas y oficinistas

Daniel Joglar. Two-Tone Squares, 2007 Papeles impresos apilados. 17 x 17 cm.

Daniel Joglar. Two-Tone Squares, 2007
Papeles impresos apilados. 17 x 17 cm.

¡Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡No: es un cooperativista!

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En el libro de Violeta Kesselman, Intercambio sobre una organización, los personajes no tienen nombre. Son el del comedor escolar, el de la agrupación tal, el del centro de fomento. Se mandan mensajes, leen libros. Ahí no aparece gente que no tiene agua en la casa, obviamente. Porque es un libro que habla de la militancia, de la década ganada. No te pido que hables de eso si sos escritor; pero si estás con los que podrían cambiarlo y no decís nada de eso, sos cómplice.

Pero bueno, hablemos de literatura.

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Somos artistas. Somos buenos. Generamos fundaciones para educar a la gente. A otros artistas-in-progress. El arte es probablemente lo más valioso de nuestra sociedad. Es lo que nos diferencia de otros animales. Arte entendido, en un principio, como toda producción de factura humana (mmm… facturas). Lo que hoy se conoce como arte, pero también como artesanía.

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Ya tengo muy poco que decir.

 

No sé qué es un shock de keratina

Ciervo río, por Omar Jury

Omar Jury. Ciervo río. 2009. Acuarela sobre papel. 19 x 18 cm.

Estaba en la vidriera de una peluquería y salía como trescientos pesos. Debe ser una cosa importante para la estética femenina. Lo asocié con lo femenino a pesar de que no aclarara l@s destinatari@s.

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La política tiene menos épica… Escuchar a cualquier dirigente hoy es lo mismo que teletransportarse a, digamos, veinte años atrás. Ya nadie habla de la crisis de 2001 ni de los 90, por suerte. Se ve que el Gobierno se dio cuenta de que ya pasaron casi doce años, de los cuales más de diez estuvieron ellos.

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El jueves pasado estuve en el centro entre las nueve de la mañana y las doce de la noche, de donde volví a mi casa solo para regresar al centro el viernes a las nueve de la mañana. Tenía entradas a las diez para ver las últimas dos películas de Matías Piñeiro, Viola y Rosalinda. Matías Piñeiro es cineasta, egresado y docente de la FUC, del riñón de ese estilo cinematográfico afecto a los festivales de cine. Ambas me gustaron mucho, percibí una atmósfera elegante y sensible, usos de cámara delicados, potentes, efectos y texturas inquietantes y muy atractivos. Había visto Todos mienten, su segundo largometraje, en el BAFICI de 2009 (la reseñé en este mismo medio) y tenía un recuerdo borroso. Aquella vez ganó la mención especial como Mejor película argentina y el Gran Premio del jurado dentro de la Competencia Internacional. Releyendo mi nota me sorprendí: creía que me había gustado menos. Pero no, dije que era «rara». Lo aplicaría también a estas dos últimas. Para un jueves, solo, a las diez de la noche, en la sala Lugones, están más que bien. (P.D.: chapeau para las actrices).

A cuatro cuadras estaba el Obelisco. Era el «8A». Ya estoy podrido de las cifras con letras para indicar fechas. Es un formato que no me cierra, es muy anglosajón. Me acerqué. No había mucha gente, al menos cuando yo estuve, tipo nueve, nueve y media. Había un camión con una pantalla gigante que pasaba videoclips satíricos, con animaciones y videos musicalizados al ritmo de canciones populares con letras cambiadas (referidas al Gobierno). No me cierra el tono de los reclamos, igual… no sé, los carteles clamaban por la corrupción, el robo, los trenes y el transporte en general, la reforma de la justicia, el lavado de dinero. Por ahí no va a caer.

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La estoy viendo a Cristina en el comité de campaña. Rodeada de Insaurralde, Scioli, Filmus, Abal Medina y secuaces. Muy buenas noches a todos y a todas.

Este es el aguante.

Diez años de kirchnerismo

Un joven estudiante lee Página/12 en las escalinatas de su colegio secundario, en 2004

Un joven estudiante lee Página/12 en las escalinatas de su colegio secundario, en 2004

Ayer me pasé todo el día mirando videos de kirchnerismo en YouTube. Escribo esto mientras escucho un viejo programa de Día D con Lanata entrevistando al entonces candidato Néstor Kirchner.

Lo primero que me llamó la atención es la moda. Cómo cambió la manera en que se viste la gente. 2003 se ve viejo; como algo que pasó hace diez años. Pero también tiene una cierta naturalidad: 2003 se ve, también, más real que 2013.

Después me puse a pensar en esa época. El recuerdo más fuerte que tengo de los años pre-kirchneristas –los años de la crisis– es salir del colegio secundario y cruzarme con la horda de oficinistas corriendo por Bolívar con la cara irritada, el maletín bamboleándose con dificultad, porque en la Plaza de Mayo estaban reprimiendo con gases lacrimógenos. Esos días me gustaban porque no teníamos que ir a Educación física. Me di cuenta de que los años del kirchnerismo fueron los años de mi adolescencia, los años en que pasé de ser un niño a ser un adulto joven. 2004 es quizás el año que más felizmente recuerdo de toda mi vida: a la mañana en el subte compraba Página/12 y a la salida, todos los viernes, me leía la insuperable TXT de Adolfo Castelo sentado en las escalinatas del colegio. Sin entenderlo muy bien, me entusiasmaba con la reestatización de Aguas Argentinas, miraba con fascinación el programa ¿Por qué? de Lanata en el canal Infinito y asistía a cuanto festival organizara el gobierno –visto desde hoy, filo-guevarista– del compañero Aníbal Ibarra.

Frases sueltas. Gustavo Noriega en el libro de Los Trabajos Prácticos: “el kirchnerismo es el progresismo realmente existente”. Martín Rodríguez, entrevistado por Mancilla, citando a Eduardo Duhalde: “una crisis es un momento donde todos tienen razón”. Facundo Moyano para la web de InfoBae: «el kirchnerismo es lo que fue».

Cuando miro hacia atrás estos diez años, siento una pequeña decepción y algo de rabia. Como cuando un amigo se manda una cagada y entonces, claro, vos lo reprendés y le decís “sos un boludo, cómo pudiste hacer eso”. Pero en el fondo lo querés y te sentís mal por él. Para usar una palabra de moda: lo bancás. Sentís que las cosas hubieran sido mucho mejor si… No importa: en el purgatorio hay lugar para todos nosotros.

Texto leído originalmente en el programa «Nunca fuimos modernos» por radio Colmena, el viernes 24 de mayo de 2013. Se puede escuchar el programa completo, con la Lotería de los diez años de kirchnerismo, en Mixcloud: 

Nunca fuimos modernos – 24/5/13 (Lotería 10 años de kirchnerismo)

Todos somos erroristas

Desembarco errorista en Mar del plata

Desembarco de la Internacional Errorista en Mar del Plata, en noviembre de 2005. Foto: cortesía IE.

En 2005 se armó la Internacional Errorista, con artistas que venían trabajando en el colectivo Etcétera… de la mano de los escraches de HIJOS y demás acciones contra la impunidad de los militares asesinos a fines de la década de los ’90. Conversando con Santiago García Navarro decían esto dos de sus fundadores:

«Loreto Garín Guzmán: El Errorismo surgió en gran parte con esta idea del error, que apareció como un azar. Dos ejemplos: cuando la policía inglesa mató en el metro de Londres a Jean Charles Menezes, un electricista brasileño, dijo que fue por error. Cuando la CIA se llevó a un ciudadano alemán a un campo de concentración, dijo que fue por error. La palabra “error” empezó a ser funcional dentro del discurso del terror.»

«Un día, cuando un compañero nuestro estaba escribiendo un texto en la compu, apretó el corrector F7 y la primera palabra que apareció marcada como incorrecta fue “errorismo”. Este compañero había querido escribir “terrorismo”. El corrector decía: “errorismo” no existe, usted quiso decir “erotismo” o “terrorismo”. De ahí surgió el nombre.

El año pasado, cuando estuve en Mar del Plata para el Festival de Cine, una señora me contó de la odisea que había significado para los locales la realización de la Cumbre de las Américas en 2005, con el mismísimo George W. Bush como plato principal. Tenían que presentar credenciales para acceder a la zona reservada, que era un área enorme de todo el macrocentro de la ciudad hasta el Puerto, por la costa. Ellos, los erroristas, estaban por ahí.

Al otro día, cuando faltaban cuatro horas para que terminara la Cumbre y se fuera Bush, nosotros ya habíamos hecho lo que teníamos que hacer y nos quedaba un rato libre. Entonces fuimos a la playa, y de paso filmamos una escena de la película Operación Bang: los erroristas que vienen desde el agua, los erroristas agachados, los erroristas con el bote, los erroristas en las escolleras. Teníamos un bote inflable y un Jeep verde militar. Y de repente algunos dicen: “¿Hey, ahí pasan dos helicópteros. Vamos a apuntarles”¿. Y después pasa un avión enorme, y nosotros en las escolleras apuntando. No sabíamos que era el Air Force One, donde iba Bush, y ese fue el error errorista. Dos minutos después, por todos lados, suenan las sirenas, empiezan a cerrar la playa y caen muchos policías con armas, con perros: “¿quietos, quietos, quietos, quietos, quietos”¿. Y nosotros ahí tuvimos que decir: “¿Es un error. Las armas son de cartón”¿ (porque el tipo decía: “¿tirála, tirála, tirála”¿). Y dijimos: “Somos actores, estamos filmando una película”, y les entregamos una autorización municipal que habíamos hecho nosotros pero que sirvió. Toda esa escena está filmada. Un policía dijo: “¿Algún responsable”¿. Y un compañero nuestro, el Mota, dijo: “Yo”, y se fueron los dos a negociar. Nuestro compa”¿ero le pregunta: “¿Cuál fue el error?”, y el policía le dice: “El error es que hubo cincuenta llamadas telefónicas, desde handies, desde la playa, de vecinos, diciendo que había piqueteros apuntando con armas hacia el cielo, y nosotros teníamos que venir”. Y dice nuestro compañero: “¿Pero usted nunca cometió un error?” Todo esto era conversación espontánea. Y el tipo dice: “Sí, el error que cometí fue ser policía. Yo quise ser actor pero no me dejaron”. Y ahí se completó el asunto. El tipo se estaba sintiendo parte del rodaje. Terminó armándose una discusión en la que se juntó mucha gente, con cámaras, y entonces nuestro compañero, al estilo evangelista, empezó a preguntarle una por una a la gente que estaba ahí: “¿Y usted, nunca cometió un error?” Y una mujer decía: “Yo me casé por error, querido”, y así cada uno empezó a hacer su catarsis. Después llegó el policía con la carta de autorización y dijo: “Pueden seguir tranquilos”. Y así terminó la escena. El error errorista consistió en este caso en que le apuntamos a Bush por error, por error nos vinieron a detener, y también por error nos dejaron ir, porque la carta era falsa. Y ahí dijimos: este es el corazón de la obra, esta es la clave.

Nada que ver

Hugo Chávez en Ferro

La cancha de Ferro, en el barrio porteño de Caballito, fue la sede del acto de Hugo Chávez en marzo de 2007. Foto: EFE.

El viernes 6 de marzo de 2007 fui a la cancha de Ferro a ver a Hugo Chávez. Siempre me gustó la idea de entrar gratis a una cancha de fútbol. A fines de 2005 andaba por la Boca y estaban desarmando el escenario de Serrat y Sabina en la Bombonera. Estaba con un amigo y un pariente de él, español, haciéndole el city tour. El tipo no lo podía creer, porque además la cancha de Boca tiene la particularidad de estar, cómo explicarlo, en plena calle: el campo de juego está físicamente muy cerca de la vereda, digamos seis metros. Claro que en el medio hay portones, pero ese día estaba todo abierto porque se estaban llevando las estructuras. Entonces nos mandamos, pisamos el campo de juego y vimos las tribunas vacías.

No recuerdo bien por qué fui a ese acto organizado por las Madres de Plaza de Mayo (?) El año anterior había ido al festejo por los tres años de Kirchner, pero al mismo tiempo escuchaba Lanata PM y creo que ya no leía Página/12. Fui a ver a Chávez, dije, como hacía un año y medio había ido a ver a Pearl Jam en ese mismo escenario.

Había una valla que separaba a la gente del sector VIP, como se diría en los recitales, en el que pude distinguir a Miguel Bonasso y al canciller Bielsa (¿te acordás de Bielsa?, «el RR.PP. de Kirchner»). Un conocido mío estaba empezando a militar en la JP Evita y me lo crucé en medio del acto. Lo telonearon un par de oradores locales, de esos que ya nadie recuerda (¿Hebe?, ¿te acordás de Hebe?) En medio del discurso de Chávez lo veo a este pibe en su columna, en medio de las banderas de caña tacuara, haciendo pogo con una vieja camiseta blanca estampada con el logo de la organización. «¡Julito, viniste!», me saludó efusivamente al tiempo que me atraía hacia la masa. Y estuve pogueando con los compañeros de la JP Evita.

No recuerdo si lo escuché completo el discurso, creo que sí, creo que me fui con la desconcentración. Rápidamente entendí por qué es tan popular, como diría Homero. Era (ups, pasado) imposible no caer rendido a su encanto, a su retórica, a sus giros y metáforas. Leo en las noticias de hace seis años que en esa oportunidad llamó a George W. Bush «cadáver político» -era fácil pegarle a Bush a mediados de su segundo mandato. Más que nada eso. Ni un paso fuera del libreto (que claramente no tenía, siempre improvisaba, como Néstor, ¿como Cristina?) Y me di cuenta de que es difícil hablar con el auditorio tan a favor, con miles de personas dispuestas a aplaudir hasta la peor boludez del universo.

Después me fui hasta Aranguren y me tomé el 84 a mi casa.