Hablaron sobre Roberto Bolaño los escritores Alan Pauls, Horacio Castellanos Moya y Juan Villoro.
La quinta jornada del Festival Internacional de Literatura contó con la presencia de los escritores Alan Pauls, Horacio Castellanos Moya y Juan Villoro. Recordaron sus expe- riencias personales con Roberto Bolaño y comentaron, muy en clave «teoría literaria», posibles lecturas de su obra de cara al futuro.
El moderador del Panel fue el redactor de adncultura Pedro B. Rey, uno de esos periodistas que siempre quieren hacer notar cuánto saben y qué bien que relacionan lecturas y conceptos. La charla comenzó con el mexicano Juan Villoro (1956) contando su relación con Bolaño, al cual conoció de joven en México para luego reencontrarse 20 años después. «Con Bolaño vimos cómo se construye un clásico en tiempo real», sentenció.
Horacio Castellanos Moya (1957), salvadoreño nacido en Honduras, recordó sus experiencias con Bolaño cerca de la muerte de este, en 2003. «Trabajaba en un diario, y Roberto me llamaba porque necesitaba mucha información sobre los crímenes de [Ciudad] Juárez», para lo que luego sería su novela póstuma, 2666 (2004). «Era un tipo muy compul- sivo, incontrolable. Siempre se tenía la sensación de estar cerca del abismo. Cuando discutías con él, era terminante», comentó. A pesar de haber vivido en México, Chile y España, para Castellanos Moya «Bolaño era un outsider en todos lados».
El único de la mesa que no había conocido personalmente al chileno era Alan Pauls (1959). Recordó que solo una vez habló con él por teléfono y que, a pesar de los importantes problemas técnicos de la comunica- ción, «no quería cortar. Se notaba que era un tipo al que le gustaba con- versar». En relación a sus pasiones y aversiones, tema presente en toda su obra, Pauls coincidió con Castellanos Moya en que era terminante en sus juicios y que, además, «nunca los argumentaba». En su opinión, «le aportó a la literatura latinoamericana de su época una faceta agresiva, belicosa, que le faltaba».
«Creo que Los detectives salvajes se ordena formalmente como un esta- dio, en el cual constantemente entra y sale gente, personajes», aventuró Villoro, conocido apasionado del fútbol. Con respecto a lo formal, Pauls destacó el carácter «inclusivo» de toda su obra, lo cual para él hace imposible pensar en Bolaño como un escritor de vanguardia, «que por definición tiene que dejar afuera a alguien» («más bien lo veo como un romántico», completó). «Hay dos bolaños: el primero, que ‘cierra’ el ciclo de la gran novela latinoamericana, con LDS; y el segundo, de 2666, que ‘abre’ un ciclo, qye no se sabe al día de hoy en qué puede seguir», analizó, convirtiendo el Domo del MALBA en una sucursal de la facultad de Puán, para placer de unos (como este cronista) y desgracia de la mayoría.
Los tres escritores discutieron sobre la profunda influencia y la lectura a brazo partido que Bolaño hizo de Borges, evidenciada además por él mismo en sus conferencias. «Era un fanático de Borges que escribía como Cortázar«, dijo Pauls, aunque aclarando que se trataba de ser cortaza- riano «en el buen sentido» (se ve que alguien le había comentado la polémica del día anterior). «Todas sus páginas parecen narradas desde la experiencia vivida», destacó el mexicano. Todos coincidieron en que el meteórico ascenso de su figura y su obra no permiten pensar aún en un «futuro clásico»: recién el año pasado se tradujo al inglés Los detectives salvajes, y las reseñas de la de 2666 salieron la semana pasada en los medios norteamericanos.
Consultada por Fuera de contexto, una fuente de la librería Eterna Cadencia destacó que los libros que más se vendieron (a pesar de los prohibitivos precios) fueron los de los autores invitados y/o homena- jeados: Villoro, Bolaño, Pauls. También comentó que la mayoría de las ventas fue con tarjeta de crédito.
El primer FILBA dejó una buena impresión en el público (que acudió masivamente a las actividades a pesar de que la entrada no fuese popular) y en la prensa (este medio incluido). Nos vemos en 2010.