Nuevos trapos

«Las venas abiertas de América Latina». ¿Sepultura? No, los renovados Fabulosos Cadillacs, el sábado pasado en Obras.

Los Fabulosos Cadillacs presentaron en el estadio Obras su última placa, Rey Azúcar. En un recital lleno de energía, se mostraron políticamente comprometidos y pasearon por sus hits tanto nuevos como antiguos.

Cuando dieron las 11 de la noche, los Fabulosos Cadillacs derramaron la ironía que los caracteriza. Con una exagerada versión de uno de los hits pop del momento, «Bye bye» de Vilma Palma e Vampiros, el cantante Vicentico se sacudió por todo el escenario. El giño fue claro: las 8000 almas que colmaron el estadio no habían venido a cantar eso.

Siguió una poderosa introducción instrumental en la que se pudo apreciar el nivel de madurez de la banda. Si en la década pasada eran un grupo de jóvenes llenos de energía que tocaban ska, hoy el disco que vienen a presentar los muestra buscando nuevos sonidos. El primer tramo del recital así lo demostró: tras el convencional pero potente «Carmela» llegaron su último single, «Las venas abiertas de América Latina» (casi heavy metal) y el hermoso dub «Ciego de amor», sample del jamaiquino Big Youth incluido («music!»).

Recién después de este cuarto tema llegó la primera pausa. Algunos problemas logísticos se hicieron evidentes, como la sobrepoblación del lugar y su correspondiente calor sofocante, típicos de Obras. «Son un montón, está hasta las manos», dijo el bajista Flavio Cianciarullo minutos después. A lo largo de la noche pasaron grandes hits: «El satánico Dr. Cadillac», «Desapariciones» (con un intermezzo de «Río Manzanares» de Violeta Parra) y «Matador», entre otros.

El estado políticamente comprometido de los Fabulosos se apreció en la presentación de temas como «Paquito» («esta canción es para Paco, Paquito, un chico con SIDA»), «Gallo rojo» (en la que el cantante hizo un avioncito de papel: «si este avioncito vuela bien, es el Che que está viniendo para acá»; el avión se cayó y dijo «no, no era»…), «Mal bicho» (dedicada a Nazareno, un músico amigo de Flavio golpeado por patovicas; «cuando te levantes, ¡rompeles el culo a esos hijos de puta!») y «V Centenario» («¡no hay nada que festejar!»).

El cover de «Strawberry fields forever» fue un momento álgido del recital. Grabado originalmente con Debbie Harry (aquí sampleada con poco tino), tuvo destacadas intervenciones de los vientos: Sergio Rotman, Daniel Lozano, Serguei y Naco Goldfinger. Otra destacada versión fue «Guns of Brixton» de The clash.

En las casi dos horas de show del sábado, Los Fabulosos Cadillacs mostraron una nueva y pujante faceta, tal vez la que los conducirá el resto de su carrera. Su despegue en Latinoamérica hace apenas un año, de la mano de «Matador», promete llevarlos tan lejos como la más grande banda argentina del momento, Soda Stereo. Habrá que esperar.

[Lunes 24 de julio de 1995]

EL LEÓN (1992)

El león (1992)

Entre las bandas surgidas al calor de la primavera alfonsinista, los Fabulosos Cadillacs se destacaron por su originalidad. No eran tan eclécticos como Sumo, pero compartían cierta mixtura de genéros (ska, punk, reggae), a lo que agregaron un espíritu rioplatense, apoyado en una certera percusión y en el bajo de Flavio Cianciarullo.

El león es un disco construido como una celebración de la existencia. Es de esas placas que, pasado el tiempo, parecen un Grandes éxitos (como Californication, de los RHCP). Del frenesí poguero de «Manuel santillán, el león» pasamos al candombe fundamentalista de «Gitana», una declaración de principios que parece grabada en vivo, por los coros, gritos y consignas de carnaval. «Vamos a bailar/ toda la noche./ Vamos a bailar/ hasta que explote». Continúa la melosa «Siguiendo la luna», para más adelante levantar otra vez con «Arde Buenos Aires».

El principal compositor en El león es Cianciarullo. Son de su autoría 8 de las 15 canciones, una de ellas en colaboración con el saxofonista Sergio Rotman («El crucero del amor»), quien además aportó dos composiciones. El cantante Vicentico escribió cuatro piezas, entre ellas un bello homenaje al Che Guevara titulado «Gallo rojo». Si bien no compuso, el percusionista Toto Rotblat constituyó una de las piezas fundamentales de este combo.

La joya de El león es una versión del tema de Rubén Blades (pronúnciese bleids), «Desapariciones». Este desgarrador clásico del panameño preanuncia lo que sería la etapa psico-bolche de los leones del ritmo, canonizada en Vasos vacíos (1994) y, especialmente, Rey azúcar (1995) – con temas como «Mal bicho», «Las venas abiertas» y «Matador». En 1996 se presentaron en la Plaza de mayo, junto a las Madres, para los 20 años del último golpe militar, ocasión en la cual se presenció el increíble cuadro de un Vicentico con cresta punk cantando abrazado a Hebe de Bonafini.

Los sellos distintivos de los Fabulosos Cadillacs son el aprovechamiento de la percusión y los vientos de metal («Carnaval toda la vida», «El crucero del amor»), los ritmos latinoamericanos (el mencionado bolero «Gallo rojo»), los estribillos de cancha («Arde Buenos Aires») y una curiosa elaboración lírica de temas clásicos, como el amor, sazonados con un humor desfachatado poco común en nuestro país. Ciertos temas parecen repetitivos («Destino de paria»), pero es un detalle mínimo al recordar que esta banda se movía mejor en el «vivo».

El león es la más redonda elaboración de lo que estrictamente pensamos cuando hablamos de esta banda: ska, candombe, coros alegres y percusión. Por eso lo hemos incluido en esta lista. En sus siguientes discos ampliarían sus horizontes hacia el tango, la electrónica y el jazz, con dispar repercusión en la crítica y el público.

P.D.:   Al escuchar repetidas veces este disco, le encontré profundas semejanzas con otra importante placa aparecida dos años después: Re, de los mexicanos Café Tacuba. Ambos son discos largos, y contienen temas bastante distintos pero con un aura inconfundible que los sobrevuela en toda su extensión. Algunas canciones parecen casi el lado B: «Ingrata» contra «Gitana», «Siguiendo la luna» contra «Esa noche», «Ríos de lágrimas» contra «El baile y el salón». Las influencias de los Cadillacs en los mexicanos son, obviamente, reconocidas. Hagan la prueba.

Y vos no me escuchaste…

US tour 98, por Marcos Adandia

Vicentico durante la gira norteamericana de los Fabu- losos Cadillacs, en 1998. Foto: Marcos Adandia

Con un recital extenso y bastante desparejo, los Fabulosos Ca- dillacs regresaron a los escenarios porteños tras seis años de ausencia. . El repertorio, centrado en su etapa ska-psico-bolche, cumplió las expectativas de los 60 mil fans que col- maron el estadio de River. . El Satánico pop tour repite esta noche, en la cual la mejor opción será quizás ir a ver a Spinetta gratis en la Costanera Sur.

El editor de una revista de mi facultad ya había sentenciado: «Estos tipos volvieron para tocar ska». «¿Viste los discos en que está Minimal (Fabu- losos Calavera y La marcha del golazo solitario)?» – me interrogó.  «Son los mejores discos de los Cadillacs». Tenía razón. Este regreso, con aro- ma a tragedia que vuelve como farsa, se centró efectivamente en la etapa pre-Minimal-experimental de la banda. Los fans, de todas las edades y extracciones sociales, parecieron a gusto desde el comienzo, a las 21.45 hs: «Manuel Santillán, el león» y «Mi novia se cayó en un pozo ciego» arrancaron bien arriba, causando un pogo que hizo temblar el estadio de Núñez.

Las dificultades respiratorias del cantante Vicentico, evidentes desde un principio, se agudizaron en los momentos vocalmente más exigentes del repertorio, como «Siguiendo la luna» (con el cliché de la imagen de la luna en las pantallas y los celulares del público, ya un clásicos de los 00’s) y «El satánico Dr. cadillac», en los bises.

La banda tuvo una performance igualmente afectada por los años (y los kilos) de más, aunque diferenciándose quienes exhibieron una gran cali- dad interpretativa a pesar de eso (Flavio Cianciarullo en bajo), quienes perdieron el filo de la juventud (Mario Siperman en teclados) y quienes hicieron la plancha (Fernando Ricciardi en batería, Daniel Lozano y Sergio Rotman en vientos). Los incorporados Matías Brunell (guitarra) y Mariano Rosatti (percusión) no pudieron estar a la altura de sus predecesores ausentes, a saber, Ariel Minimal (porque «mucho ‘yo te avisé’, pero a mí nadie me avisó», en sus palabras) y Gerardo «Toto» Rotblat (por razones de fuerza mayor).

No faltó ningún clásico: pasaron desde «El genio del dub» hasta «Mata- dor», incluyendo «Carnaval toda la vida», «El aguijón» y «Malbicho». El «príncipe de la cumbia» Pablo Lescano se sumó, como había hecho en el Foro Sol de México, para «Padre nuestro», uno más de Rey azúcar (1995). Una muy deslucida versión de «Vos sabés» se sumó a las de «Los condenaditos» (en el que Vicentico homenajeó a Toto Rotblat, fallecido en marzo, rompiendo un teclado a bastonazos) y «Calaveras y diablitos», enfatizando que estos Cadillacs versión 2008 dejaron atrás los visos «experimentales» de sus últimos discos (que, por otra parte, no nos engañemos, nunca fueron King Crimson). El final llegó a las 0: 25 hs con «Yo no me senaría a tu mesa».

Qué decir de las aventuras de «Guns of brixton» (de The Clash) y «Wake up and make love with me» (de Ian Dury), con los hijos de Flavio y Vicentico y el ex guitarrista devenido manager Vaino Rigozzi como invitados. Y de la excéntrica Mimí Maura entonando «Vasos vacíos» con Vicentico. Por más ganas que le hayan puesto, esta histórica banda no logró brindar un espectáculo de calidad suficiente como para justificar su regreso por motivos estrictamente musicales. Será la falta de Minimal o Toto Rotblat, o tal vez solo los 8 años transcurridos desde los Obras de Hola y Chau (probablemente dos de los mejores discos en vivo del rock argentino). No lo sabemos. Pero, de cara al futuro inmediato (esta noche), desde Fuera de contexto les recomendamos ir a ver a Spinetta aunque se hayan ganado una entrada para ver a los Cadillacs con Jumbo.

Los Cadillacs tocando (7 temas) para vos

Los Fabulosos Cadillacs regresaron a los escenarios 8 años después de su despedida en el estadio Obras. Solo 7 temas, incluyendo un estreno, bastaron para enfervorizar a los fans, que colmaron el predio del Planetario. Anoche a las 0 hs fue conocida la noticia, 18 horas antes del espectáculo, hecho inédito en la historia del rock nacional.

La naturaleza del evento hacía prever dos posibles escenarios: un recital inolvidable, de esos que las generaciones posteriores preguntarán «si estuvimos ahí», o un gran fiasco que causara el inmediato despido del encargado de Marketing de la banda. El resultado estuvo en algún lugar intermedio. El público, desde adolescentes adinerados con remeras de Pomelo hasta turistas mexicanos con cámaras reflex digital Canon, respondió, sin duda, esperando algo para el recuerdo.

Solo media hora después de lo anunciado, la banda encabezada por Vicentico y Flavio Cianciarullo subió al escenario. Vestido con camisa blanca de mangas cortas, chaleco y saco al tono, el cantante (un poco excedido de peso, pero en mejor forma que en sus anteriores presentaciones solistas) descansó durante el primer tema, un reggae instrumental. De entrada se pudo apreciar la precisión y cadencia de la banda. Cianciarullo, de elegante saco negro, bombín y anteojos oscuros, hizo sonar su bajo con maestría y groove.

Las luces se encendieron de lleno al ritmo de los vientos de la inconfundible «Manuel Santillán, el león». Empezó la fiesta. Totalmente descontrolada, la gente coreó cada compás, cada solo y cada verso de esta y las demás canciones. Siguió una versión casi punk de «Mi novia se cayó en un pozo ciego» y la siempre deliciosa «Demasiada presión».

Estrenando dos músicos, la ausencia más notoria y extrañada no fue la del fallecido Gerardo «Toto» Rotblat («este recital y todos los que hagamos se los dedicamos» a él, dijo Vicentico sobre el final), sino la del magnífico y versátil Ariel Minimal en guitarras. «Siguiendo la luna», por ejemplo, estuvo alejada de esa majestuosidad que él le supo dar en versiones como la del disco en vivo Chau (2001).

La temperatura se elevó nuevamente con «Malbicho», el clásico de Rey azúcar (1995). Tras los anuncios de rigor (el 12 de diciembre se presentarán en River y las entradas estarán en venta a partir del 16 de julio), anunciaron que iban a terminar con un tema nuevo, «La luz del ritmo». Cumplió, fue un tema con el clásico espíritu cadillac reggae-ska-punk-rioplatense.

A pesar de la insistencia del público, el frío y los 6 meses que faltan para River, la banda regresó para tocar solo un tema más: el clásico «El satánico Dr. Cadillac», del disco homónimo de 1989. Acto seguido, las luces se encendieron y la gente se dispuso, a las 19 hs, a comenzar la cuenta regresiva.

Comparado con la presentación de prensa de Soda Stereo, en septiembre del año pasado, los Fabulosos Cadillacs ofrecieron un espectáculo mucho más digno, popular y gratuito en el Planetario. Se dieron el lujo, como pocos pueden hacerlo (Spinetta es uno de ellos), de no tocar sus ultra-clásicos-mundiales-consagrados: «Matador» o «Carnaval toda la vida». En cambio, tocaron «solo» 6 ultra-clásicos que transformaron una tarde fría y gris en una fiesta inolvidable de primera categoría.