Interlocutor válido

Horacio Zabala. Las ficciones de Borges. 1999. Assemblage (17 envases de aceite, vidrio y acero). 95 x 14 x 16 cm

Horacio Zabala. Las ficciones de Borges. 1999. Assemblage (17 envases de aceite, vidrio y acero). 95 x 14 x 16 cm

Es increíble la diferencia del comportamiento del tiempo en Internet. Qué difícil que es encontrar el pasado. Supongamos que una vez escribiste un comentario en un blog que te encantaba, en, digamos, 2009. Es imposible encontrarlo. Supongamos que en 2008 viste una foto de tu artista favorito en el suplemento joven del diario El día de La Plata. Es imposible encontrarlo.

Por eso me chocó cuando estaba leyendo una letra de Kate Nash en SongMeanings.com y vi que el primer comentario era de octubre de 2006 y otro de abril de 2007 decía «por favor, Kate, tenés que sacar un disco!!» Claro, Nash era una joven inglesa de 19 años que había subido un par de temas a MySpace y se había viralizado (Facebook era casi inexistente) hasta cobrar una cierta fama que le hizo grabar, efectivamente, su primer disco ese mismo año. Y acá estamos, siete años después, Nash es una megaestrella pero acá siguen esos rastros.

Violeta Kesselman nos contó cuando vino a la radio que ella llevaba un blog también, más o menos en 2005, llamado Todos los días. Sigue online, nos dijo, porque ella quería. Es una decisión consciente, en este caso: una escritora que quiere preservar su material «temprano» al alcance de los lectores. Pero Borges nunca quiso re-publicar sus dos primeros libros de poesía. Cuando a Kesselman le pinte, aprieta el botoncito y adiós para siempre.

No entiendo cómo se va a preservar todo lo que se está haciendo. ¿Quién sabe qué banda tocó en el Café Einstein el sábado 13 de junio de 1987? ¿Y en Vuela el pez el domingo 2 de septiembre de 2012? Entonces me puse a recopilar algunas de esas cosas. Pero ¿dónde las tengo? En Google Drive. ¿Y cuando Google apriete el botoncito, como hicieron con Megaupload?

Hace dos años Agustina Gurevich presentó, en el ciclo «15/20. 15 directores sobre el 20 de diciembre de 2001» una obra que jugaba con esto. Era un unipersonal, la actriz tenía una pecera en la que iba haciendo un preparado con agua, juguetes, comida, etc. Sonaba un audio como de casete, gastado, una voz que arrojaba interpretaciones e instrucciones sin sentido. En un momento la voz (la propia Gurevich) dice «se preguntarán por qué en pleno siglo XXI estoy grabando esto en un casete. Porque creo en la obsolescencia de los dispositivos de almacenamiento digitales…»

Cuando no tengamos más pendrives ni celulares, ¿qué seguirá? ¿Las señales de humo? ¿Volveremos a escuchar a la banda del barrio en vez de buscar sesiones de Kate Nash en YouTube?

Cooperativistas y oficinistas

Daniel Joglar. Two-Tone Squares, 2007 Papeles impresos apilados. 17 x 17 cm.

Daniel Joglar. Two-Tone Squares, 2007
Papeles impresos apilados. 17 x 17 cm.

¡Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡No: es un cooperativista!

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En el libro de Violeta Kesselman, Intercambio sobre una organización, los personajes no tienen nombre. Son el del comedor escolar, el de la agrupación tal, el del centro de fomento. Se mandan mensajes, leen libros. Ahí no aparece gente que no tiene agua en la casa, obviamente. Porque es un libro que habla de la militancia, de la década ganada. No te pido que hables de eso si sos escritor; pero si estás con los que podrían cambiarlo y no decís nada de eso, sos cómplice.

Pero bueno, hablemos de literatura.

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Somos artistas. Somos buenos. Generamos fundaciones para educar a la gente. A otros artistas-in-progress. El arte es probablemente lo más valioso de nuestra sociedad. Es lo que nos diferencia de otros animales. Arte entendido, en un principio, como toda producción de factura humana (mmm… facturas). Lo que hoy se conoce como arte, pero también como artesanía.

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Ya tengo muy poco que decir.

 

Suenan las campanas

South Side, Chicago, por Walker Evans

Walker Evans. South Side, Chicago. 1946. Impresión en gelatina de plata. 18.8 x 15.4 cm.

Fuera de contexto cumplió cinco años.

La única felicitación que recibí fue de WordPress.com, pero creo que se deben haber acordado por motivos electrónicos más que afectivos. Aparte cada vez tengo menos visitas. Cada vez escribo menos.

Me acordé por el aniversario de la muerte de Ginzburg y por el cumpleaños de mi amigo Diego, el 9 de marzo. Me olvidé de su cumple y lo llamé al día siguiente, a la noche, después de abrir el blog. De hecho el primer post está fechado 11 de marzo, porque serían las 0:10 AM. «Abrí un blog», le dije.

Una de las primeras devoluciones que tuve fue de un amigo de la secundaria que me dijo que no le gustaban mis «sincericidios», esos posts que escribo de vez en cuando con sucesiones inconexas de oraciones que empiezan con «Este blog está a favor de» y «Este blog está en contra de». Lo había ofendido algo, no sé, ponele que había puesto «Este blog está en contra de los que doblan los pantalones antes de cojer», entonces me dijo que él era de esos y que por eso no lo iba a leer más. Por más tonto que sea, me dolió. Yo quería que me leyeran, quería ser popular.

En estos cinco años terminé la carrera de Sociología, empecé la Maestría, sigo desempleado, tuve una novia y un par de chicas, conocí nuevas ciudades sobre las que traté de escribir, me hice nuevos amigos, dejé de frecuentar a otros, leí muchos libros, escuché mucha música, empecé y terminé un programa de radio de dos años y tres meses, me sumé a un proyecto cultural que me atrajo como pocas cosas me habían atraído, apliqué para becas en el exterior que «were not successful», salí con una inglesa que no quiso volver a salir conmigo porque le parecí muy «knowledgeable», estuve dos años en una cátedra de la facultad en la cual no vislumbraba ningún futuro más que reuniones y clases deliciosamente rutinarias, seguí sosteniendo que mis pasiones son la literatura, la música y la sociología (el orden depende del día), me compré un Kindle, entrevisté a músicos extranjeros que admiro, me peleé con una amiga a la que quería mucho, viajé dos veces en avión, conocí por separado a los músicos de la mejor banda argentina de los últimos diez años y después cuando se juntaron uno me dijo que mi «fanatismo» había tenido una pequeña (chiquita, mínima) influencia en su decisión, volví a usar mi bandeja y empecé a comprar vinilos por internet a dólar-tarjeta, dejé de tomar el subte, festejé la creación de la SUBE, fui rechazado en un par de entrevistas de trabajo y por un par de chicas, cambié de cama, de almohada y ahora tengo aire acondicionado en mi cuarto.

[Me acaba de llamar Diego. Posta].

Como decía Pity, «dicen que el agua va a ser un problema en poco tiempo, así que vayan juntando bidones en la terraza».

Respira arte

Hall central del viejo cine Gaumont, tras una avant premiére en el año 2006.

Hacen como si no importara lo que está por debajo de la cintura. Caminando por Rosario, una señora me dijo que en esa ciudad hay que caminar mirando para arriba: así se aprecian los edificios art noveau, esos balcones recargados, o los modernistas, con sus guardas de hierro en las ventanas y escaleras.

Escuchaba en la radio una conversación con un músico brasileño. Estaba en París, encantado del clima que lo había recibido. «Es como Buenos Aires, una ciudad que respira arte». Al lado mío uno dijo «claro, los que viajan en el 80 a las 7 de la mañana no sabés cómo respiran arte…»

No es nada criminal, es simplemente un olvido que permite vivir mejor a miles de personas, convencidas de estar en un páramo de la cultura (la cultura), el cosmopolitismo, la excelencia, etc, en medio de la devastación de «la provincia», de Argentina, de América Latina y así sucesivamente. Una ciudad rodeada por un río de mierda llena de centros culturales, como decía Pablo Ramos.

Así, por ejemplo, el Gobierno de la Ciudad editó un libro con relatos de no-ficción de escritores hispanomericanos sobre Buenos Aires. Fue una convocatoria en el marco de «Buenos Aires Capital Mundial del Libro 2011»: vinieron los escritores, vivieron unos días acá y compusieron sus relatos. Está para bajar en PDF gratis, con todos los cuentos menos el de un autor que no autorizó su difusión digital (!) Y dicen cosas como qué lindo meterse en un café, después en una película en Lavalle, después en otro café, después en otra película, después en una librería a las tres de la mañana.

Y ya que estamos, la semana pasada se cumplieron diez años de la masacre de Avellaneda. Pero bueno, eso fue en «la Provincia». Es increíble cómo te muestra el documental La crisis causó 2 nuevas muertes la sucesión de los hechos. Lo más interesante son las opiniones polémicas, políticamente incorrectas, de Luis D’Elía, líder de una corriente piquetera que no participó de la movilización del 26 de junio de 2002, y de Julio Blanck, entonces Editor de Política del diario Clarín. Cuando D’Elía dice: «explicame una sola imagen, esos veinte o treinta tipos marchando en fila, con la cara tapada, con palos… ¿quién los armó?» O como decía Fogwill: ¿pero en la Semana Trágica cuántos murieron?

Corridas entre libros

La manga que comunica los pabellones Ocre y Azul, un largo escaparate de la industria cultural, el año pasado.

Es el último fin de semana de la 38º Feria del Libro. En el día de ayer este cronista pudo ver a un inquieto Martín Caparrós, de riguroso traje gris, correr entre la gente por la manga que conecta los dos sectores de La Rural, esquivando curiosos y fans por el costado de la pasarela. Los stands que no exhiben libros, una vez más, fueron los más concurridos. Por ejemplo, en el de la TV pública decenas de hinchas de River veían el partido de su club (en la B).

Habrá sido casualidad, pero los dos actos que Fuera de contexto se había aprestado a presenciar fueron accidentados. El primero, a las 19 hs en el coqueto Espacio Digital, se anunciaba como un debate sobre la literatura cordobesa actual, en un rico momento de desarrollo. En el salón (totalmente abierto y ruidoso, al lado de los pasillos y la entrada por Cerviño) se aprestaban a configurar una videoconferencia con el Centro Cultural de España en Córdoba (CCEC), pero los problemas técnicos dilataron el comienzo más de media hora tras la cual este cronista consideró prudente retirarse. Los escritores convocados (Juan Terranova, Federico Falco, entre otros) aguardaban estoicos.

El siguiente acto estaba convocado en el stand Nación del pabellón Azul. Grandilocuente y tecnológico, la Presidencia montó un globo con cientos de televisores HD que reproducen mensajes e imágenes de lo más variada («igualdad», «Justicia social»). El homenajeado era Nicolás Casullo, intelectual y escritor argentino fallecido en 2008. Había una mesa en la que su colega y amigo Ricardo Forster lo recordaba. Después, a las 20.30 hs, seguiría una lectura de pasajes de la novela póstuma de Casullo, Orificios, musicalizada por su hija Liza y en la voz de Eduardo Aliverti. Pero el entorno, nada propicio para la intimidad (minutos atrás una procesión de harekrishnas había demandado una interrupción), atentó contra el propósito de la actividad y esta fue cancelada.

Esperemos tener mejor suerte en estos dos días que quedan. Para hoy:

  • 18:00 hs. Siglo Veintiuno Editores. Mesa redonda: «Tarde de ciencia en la Feria». Participan: Diego Golombek, Alberto Rojo y Valeria Edelsztein. Entrega de los premios a los ganadores del primer «Concurso de Divulgación Científica Ciencia que Ladra – La Nación». El jurado estuvo integrado por Nora Bahr, Marcelino Cereijido, Guillermo Jaim Etcheverry y Diego Golombek. (sala R.A.)
  • 18:00 hs. Fundación El Libro. 7 Maravillas. Escritores, directores de cine, diseñadores, fotógrafos, músicos, periodistas y otros agitadores se suben al escenario para recomendar en 12 minutos 7 cosas que adoran: desde libros a páginas web, videoclips, ideas, personas, colectivos artísticos y otras experiencias. Participan: Ricardo Ramón Jarne (director CCEBA), Federico Lisica (periodista), Sebastián Meschengieser (periodista), Liza Casullo (música) y Alejandra Quevedo (periodista y editora). (Espacio Digital)
  • 20:00 hs. Conferencia: «El costo de los derechos. ¿Por qué la libertad depende de los impuestos?». Participan: Alejandro Grimson, Stephen Holmes y José Nun. (sala V.O.)

Muchas películas…

«Mar del Plata, 1950. Baldo, Carlos, Malé, Manuel (gentileza Carlos Puig)» (1).

Dos años y casi dos meses coincidí en este mundo con Manuel Puig. No sé porqué pensé en esto, más que por la extrañeza de una muerte ni tan joven ni tan aplazada: con 57 años y varios proyectos de teatro, cine y televisión en curso, «Coco» todavía podría habernos deleitado con su arte.

Siempre supe que en algún momento iría a leer la biografía de Suzanne Jill Levine, Manuel Puig and the spider woman. Milagrosamente me topé el año pasado con una hermosa edición neoyorquina de tapa dura, en idioma original. Las ironías de la vida: los mejores libros sobre peronismo, las mejores biografías de nuestros más destacados hombres (el Che, Puig) los han escrito extranjeros, en idiomas foráneos.

Ironía también que el último libro publicado de Manuel Puig haya sido una compilación de diálogos apócrifos en italiano, a pedido de una revista, sobre las estrellas de cine de los años ’30 y ’40 que siempre lo fascinaron. En el viejo cine de su General Villegas natal, con apenas cuatro o cinco años Coco era llevado por su madre Malé (fallecida en 2006, a los 99 años) todas las tardes a ver a Hedy Lamarr, a Luise Rainer, a Greta Garbo.

Para su investigación, Levine pasó dos temporadas en Argentina entrevistando a sus amigos, familiares, conocidos y colegas argentinos. Dos cosas me quedaron como lo más importante de la reconstrucción que, como toda biógrafa, plantea la autora. Una, que la vida de Puig en Argentina siempre fue algo a dejar atrás; como si él hubiera deseado mantener frescos en su memoria esos años en Villegas y en Buenos Aires, esos veranos en La Plata, pues su recepción por el establishment literario local (aún cuando ya era un escritor mundialmente consagrado) siempre fue extremadamente resentida y pueblerina. Dos, que su vida sexual era altamente polémica para los estándares de la época, pero con la pequeña dificultad de que él lo vivía como lo más natural del mundo. La autora cita sus cartas, hasta bien entrados los cincuenta años de edad, en las que se jacta de buenas o malas «rachas» en lo sexual, sea en Nueva York, Río de Janeiro o Cuernavaca.

Pero una cosa que no sabía, y es lo que vale la pena siempre recordar, es que los tremendos maricas, como era la Puig, son siempre los más valientes, los que no se escudan como esos supuestamente revolucionarios izquierdistas hijos de puta que lo relegaban al estante de las excentricidades, ni como, obviamente, los milicos machistas y sádicos, bipolares, que tan bien retrató en sus obras.

En pleno Onganiato, con Ernesto Schoo en un cine, todos de pie para escuchar el himno nacional argentino y Manuel Puig no se levantaba. Schoo le hizo una señal, dale, no ves, y él le respondió: «¿Por qué debería mostrarle respeto a este pésimo gobierno?» (2)

(1) Fuente: Suzanne Jill Levine, Manuel Puig and the spider woman: his life and fictions, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 2000. Insert de fotografías.

(2) Ibid, p. 205.