Manso

Cotelito. Lobito. 2010. Acrílico sobre tela. 60 x 80 cm.

Víctor Hugo recién metía su bocado en este frenesí que tenemos de fútbol 24/7 a causa del Mundial. YouTube puso una pelotita abajo de los videos que si la apretás te hace el ruido de las bubuselas para que te des cuenta de cómo rompen las bolas en los partidos. Lo que dijo el gran relator, a causa de unas recientes declaraciones de Pelé (una más, y van…),  fue que, para comparar, Maradona siempre patalea, se rebela, cuando lo increpan, y que en cambio Pelé siempre es más «manso frente al poder». Claro, lo que se olvidó es de aclarar a cuál. Para tomar el caso de «que la sigan chupando», algunos, los victorhuguizados, dirán que «el poder (la FIFA) lo castigó». A lo que respondo: primero, ¡cómo tembló Maradona ante esta sanción del «poder»!. Y segundo, Maradona es el que más sucumbe a ese otro poder, más silencioso pero inmensamente más fuerte, que es el del machismo y la homofobia rampantes, hegemónico en la sociedad y los medios de comunicación argentinos. Me quedo con el mansito Pelé. Gente, la sociología de la cultura es una sociología histórica, como decía Williams: si hoy Maradona es contestatario, estamos jodidos.

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La pujante banda Mompox volvió a sacudir los escenarios porteños. En una agradable pero incómoda noche de miércoles, hicieron vibrar a Le bar, establecimiento careta sito en pleno microcentro porteño, Tucumán y Reconquista. Poco después de las 11 de la noche abrieron con un delicado y casi vocal cover de Architecture in Helsinki. Pasaron muchos de sus hits, como «So mad», «Colors» y la de «old Mary dances alone», que no sé cómo se llama pero está buena. Cerraron con esta, de hecho, y dos o tres bises nomás. Una puesta en escena arriesgada pero no muy bien concretada (al de visuales se le complicaba dominar el Photoshop sobre una pantalla hecha de personas con trajes blancos). El lugar no era de lo más conveniente para recitales (grandes columnas que separaban el sector de la «barra» del de las mesas, en uno de cuyos extremos estaban, uno sobre el otro, los músicos y el sonidista). Pero Mompox tiene aguante, pone huevo.

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La ausencia muchas veces puede más. Extrañar a una persona especial no se describe, se experimenta y se vive, en la letra, en el mal humor y en las peleas, en los silencios inexplicables de tardes nubladas y adjetivos pedorros e innecesarios. ¡Pelotudo, no aprendiste nada de Martín Rejtman, de Samanta Schweblin, de Hemingway, de Paz Soldán! Esa gente escribe bien y no se gastan en calificar todo con palabras cursis. AHHH otra vez.

¡Argentina!

Axel Straschnoy. The new artist. Video [instalación], Finlandia. 2008.

Un lector de este blog me contó que ayer se juntó con un amigo, se fumaron un porro y colgaron mirando las fotos de Nick Brandt. Ciertamente nunca hubiera esperado que mi pequeño jardín primitivo despertara esas conductas. Pero bienvenidas sean. Después nos pusimos a hablar de otro amigo suyo que salía a correr todas las mañanas por Palermo con un billete de 10$ en la media. Cuando estaba cansado y veía a algún traba cerca, pintaba un pete. Así nomás. Qué gente rara. Un tornado.

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Hoy estuve en una de esas librerías chetas de la calle Florida con 50 pesos de crédito para cambiar. El que tenía en mente era Cuando lo peor haya pasado de Pablo Ramos. Un libro de cuentos de 100 páginas editado por Alfaguara. Tic: 55 pesos. Minga, grupo santillana. Un par de antologías de nuevos escritores argentinos. Tic: 42, 46 pesos. Mmmm, no sé. Los libros de Taschen clásicos. Tic: 80 pesos. Modos de ver de John Berger. Tic: 135 pesos. El pasado de Alan Pauls. Este sí debe ser carísimo, si Pauls es un palermitano cualquiera. Tic: 79 pesos. Me indignaba lo de Pablo Ramos así que finalmente llevé Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued. Tic: 47 pesos. Si algún día quieren comprar libros caros, dénse una vuelta por Florida.

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Creo que es la primera vez que entro a WordPress y está down. Ah, pues sí, como sea, si igual tenía que subir algo con esta imagen que me había quedado de hacía mil años cuando fui a la exposición del premio MAMBa-Fundación Telefónica y ya casi que cerró. Si pueden vayan, es muy buena, video-arte de vanguardia en el espacio de arte de la fundación, Arenales 1540, hasta el 17 de junio. Encima mañana empieza el Mundial y vamos a estar todos como locos alentando.

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Después volví por Florida para el lado de Av. de Mayo y a la altura de Tucumán estaba la policía metropolitana haciendo cordones y levantando puesteros, que unidos golpeaban cacerolas, gritaban y levantaban carteles de «Macri represor», «Derecho al trabajo» y «No repriman a los artesanos». Mi coequiper Nico Juanita, muy liberal, opinó que era «discutible». Con mi amigo F habíamos pasado el otro día y nos acordábamos de los ahorristas en (las chapas que hacían de puerta d)el Galicia en 2002, «¡chorros, chorros, chorros/ devuelvan los ahorros!»

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¡Argentina! ¡Argentina!

Fútbol y prevención

En las grúas de los shoppings tendrían que poner, ocultas entre los peluches, cajas de forros.

El Patio Olmos es un shopping cosmopolita más. De los de Buenos Aires, con el que más acertada se me hace la comparación es con el de Devoto. Diferencias: está en el centro neurálgico de la ciudad (o sea, preguntás dónde está el Patio Olmos y todos te pueden indicar), no tiene librerías y solo una semi-disquería (comparte con una casa de audio-video) y enfrente hay una heladería que es la locura. Grido se llama.

Mientras escribo esto disfruto de una tarta de manzana, caliente, en un recipiente de barquillo y soterrada por una bocha de helado de vainilla, recubierto con almíbar. Paso a describir el plato. Un círculo de barquillo de unos 12 cm de diámetro, ligeramente hundido en el centro, formando otra circunferencia, ésta de unos 8 cm de diámetro. Dentro de dicha circunferencia, una porción cuadrada de tarta de manzana, caliente, de unos 6 cm de lado. Sobre la porción, una bocha de helado de vainilla que, lentamente, en parte a causa del calor que irradia la tarta en que se apoya y en parte por la temperatura ambiente (aquí, en Obispo Trejo y Gral. Paz, en el interior de esta heladería, unos 18 grados), se derrite, llenando de helado, en estado líquido, la circunferencia menor del recipiente de barquillo. Una oblea del mismo material aunque algo más dura, corona a modo de terminación el plato.

Mañana es la final del campeonato, por el que se enfrentan Vélez y Huracán en cancha del primer equipo. Huracán, que ha hecho una excelente campaña y que solo salió campeón una vez en la historia, necesita de un empate o una victoria para alzarse con el torneo. Las prevenciones por la gripe A, que como todos sabemos arrasa Buenos Aires, están a la orden del día. Manténgase informado.

Viaje censurado

Lobby rosado, por Carlos Gorriarena

Carlos Gorriarena. Lobby rosado. 2002. Acrílico sobre tela. 140 x 140 cm.

Ayer tuve un curioso viaje en colectivo. Al subir busqué asientos en el fondo. En los dos de adelante de la puerta trasera había un muchacho (en el de la ventana) y una bolsa de botellas cuya manija iba a su mano (en el del pasillo). Me acerqué dándole a entender que quería sentarme, y la sacó. Lo primero que escuché fue el ruido del vidrio de las botellas chocando. Acto seguido, el chabón, unos años más grande que yo, 22, 23 años, se las colocó entre los pies y tomó del vaso que tenía en la otra mano. Sentí el olor: fernet. Olí un poco más: efectivamente el tipo había estado tomando desde hacía rato. Y encima cantaba: «fumando marihuana/ tomando cocaína/ vamo’ todo’a la cancha/ no me importa la vida».

Saqué una nota del último número de la New Yorker, titulada «Most likely to succeed», de Malcom Gladwell. Me puse a leer, tratando de ignorar a mi notorio acompañante. Al toque peló la botella de fernet (Branca) y se sirvió en el vasito de McDonald’s que tenía. Luego de una rápida medición a ojo, guardó el fernet y sacó la de coca (Coca-cola), completando el trago. Más de una vez había notado que esa línea de colectivos parece una discoteca, pero nunca lo había comprobado in situ, por decir así – y menos de día. Seguía escabiando y cantando: «soy del barrio de Liniers/ soy vago y atorrante».

Parece que era de Vélez. En cuanto a mí, llegó un punto en que no pude aguantar más la risa: el tipo se puso a entonar un cántico que hacía rimar la palabra «milonga» con ya se imaginan cuál. Figúrense la escena: un colectivo lleno de gente, con un futbolero escabiando, 11 de la mañana, medio borracho, al lado de uno que estaba de chomba y zapatos leyendo (yo). Para el tercer vaso de fernet volcó un poquito de espuma. Eché una rápida mirada a la bolsa: había una botella de champán. Unos minutos después empezó, con la mano que tenía libre, a acompañar su canto golpeando el piso con una de las botellas: «policía, policía/ qué amargado se te ve/ cuando te vas a la cancha/ tu mujer se va a coger».

A medida que pasaban las cuadras y los minutos, la cosa se ponía más pesada. En un momento sintió que otro pasajero lo miraba mal, a lo que le espetó «¿qué te pasa gato? no te hagá’ el gil eh». Un rato después el propio chofer le hizo señas desde adelante para que se calmara. «Todo bien, ya me bajo chofer». A todo esto ya había descartado el vaso (medio lleno, por la ventana) y se había echado un par de eructos bastante fuertes. Estuvo los 40 minutos del viaje cantando: «San Lorenzo vos sos un cagón/ no ganaste ni la CONMEBOL».

Ya estábamos llegando cuando pasamos cerca de la cancha de Argenti- nos. Acá el loco se sacó y empezó a agitar los brazos, ni más ni menos que como si estuviera en la popular: «en el barrio de La Paternal/ hay un bicho que es homosexual». Adelante suyo había un niño de unos 10 años que lo miraba entre divertido y azorado. «Ya te las sabés todas, enano», le dijo. «Te falta la camiseta nada más». Cuando me tocó bajar pensé en saludarlo, agradecido del buen viaje que me había hecho pasar.